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Educar para la incertidumbre

Por Edistio Camere, director de Antesala.


El propósito de instruir para la incertidumbre que se le atribuye a la educación —por más sugestivo que pueda sonar en el presente— hunde sus argumentos en una percepción pesimista y poco esperanzadora de la vida, que finalmente terminan contagiando a quienes se pretende educar para que la gestionen.


En efecto, a los jóvenes se les sitúa en un mundo incierto — ¿será así como lo ven o lo viven los adultos? —, sin certezas en las relaciones interpersonales, sin verdad en el conocer y, donde el subjetivismo supera al realismo en la aproximación a las cosas. Un mundo en que no existen contornos, cauces, mapas ni señales, que fluye invariable sin norte ni dirección. Si no hay nada previsible ¿qué sostiene a la trama social, a la organización de las instituciones y a los protocolos de convivencia? Si la incertidumbre prima, la vida cotidiana, sin costumbres ni trazos, sería un farragoso y continuo aprendizaje. Por último, ¿adónde nos dirigimos si todo cambia? No es este el lugar para abundar sobre el particular. Lo que sí puedo apuntar es que los patrocinadores del cambio a ultranza terminan cuestionando o banalizando el valor del presente.


Los expertos vaticinan que en diez años se crearán – y, por contra, desaparecerán muchos - inéditos o inexistentes puestos de trabajo. Tengo mis dudas si dicho enunciado pueda entusiasmar a los jóvenes: si se desconoce la esencia y las características de esos puestos de trabajo, ¿cómo me preparo?, ¿qué centros de estudios ofrecen esas especialidades? ¿en qué me ocuparé en el presente? Conclusión: Si estudio una carrera determinada hoy, ¿me servirá para mi futuro laboral? Si no tengo certeza alguna, mataré el tiempo hasta que me encuentre con el problema. ¡Los mejores años para desarrollar la personalidad y dibujar los talentos son los de la juventud; no obstante, si se educa bajo la premisa de que todo es incierto, ¡cuánto pierde la sociedad!


El hombre, más que incierto, es imprevisible: puede – desde su condición de persona esencialmente libre – elegir entre muchas opciones. En este sentido, las coincidencias o la aceptación o no de las acciones de los demás son gajes de nuestra libertad. En suma, lo que hace incierto al mundo es que el actuar libre tiene consecuencias, las mismas que deberían orientarse y encauzarse respetando la normativa legal, moral y ética, así como la búsqueda del bien común. De este modo, la llamada incertidumbre se atempera y posesiona en su justo medio. En la trasmisión de conocimientos y en la formación de las personas, la escuela pone certezas y seguridades.


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