En torno al Día de San Valentín, en el que se celebra especialmente el amor y la amistad, Fiorella Jordan de Albertis, Asesora Pedagógica Familiar del Centro personal y familiar Confío, nos brinda valiosas pautas para ayudar a los más pequeños en la educación de sus emociones y el desarrollo de sus habilidades blandas.
Emociones como la alegría, la calma o la confianza potencian el aprendizaje en las personas, frente al miedo, la frustración, el enfado o la apatía. El prestigioso psicólogo y divulgador de la inteligencia emocional Daniel Goleman afirma que “El coeficiente intelectual sólo predice entre el 4% y el 10% del éxito profesional, mientras que el 80% - 90% dependen más de habilidades relacionadas con la inteligencia emocional”.
Educar las emociones es esencial en un proyecto educativo que busque formar integralmente a las personas.
Podríamos decir que una persona es esencialmente inteligente cuando es capaz de:
Reconocer y entender sus emociones (conciencia emocional)
Gestionarlas sin estallar o bloquearse (regulación emocional)
Entender las emociones de los demás, “conectar” y mantener relaciones positivas (no dañinas) (habilidades sociales)
Priorizar, saber disfrutar de las cosas valiosas y aprender de los errores (“saber vivir”).
Es en la infancia cuando se conforman nuestros patrones de respuesta (automáticos) ante nuestras emociones, que se mantendrán de forma inconsciente durante la etapa adulta. Es, pues, una gran oportunidad para aprender a expresar y regular de forma saludable el enfado, el miedo, la tristeza y para aprender a resolver conflictos, entre otros. Además, son muchas las investigaciones que demuestran los beneficios de desarrollar habilidades de inteligencia emocional en el ámbito escolar: mejoran los resultados académicos, la convivencia en las aulas previenen la aparición de futuros casos de conductas autodestructivas (alcohol, drogas …).
Padres emocionalmente inteligentes
Al educar a nuestros hijos, con frecuencia se producen conflictos (antes de ir al cole, con los deberes, en la cena o en la hora de irse a dormir) que, en ocasiones nos hacen perder la calma tanto a padres como a hijos, obteniendo justo el efecto contrario al deseado y dejándonos un sentimiento de culpabilidad, resentimiento o frustración.
Por este motivo, es clave saber cómo recuperar la calma para poder resolver el conflicto con inteligencia. Imaginemos que nos estamos enfadando cuando vemos que nuestros hijos nos están desobedeciendo. Antes de dejarnos llevar por el enfado, sería bueno parar y:
Darnos cuenta de nuestras emociones: “¿Qué es lo que me ha sacado de mis casillas? ¿Qué pensamientos estoy teniendo? ¿Me ayudan a mantener la calma o me están alterando? ¿En qué parte del cuerpo estoy sintiendo el enfado? ¿Mi comportamiento y actitud están ayudando a resolver la situación?”
Hacer algo para cambiar nuestra emoción, desde tres dimensiones:
Nuestra mente: Cambiar nuestros pensamientos, cambiar nuestros objetivos: En vez de centrar mi objetivo en que el niño me obedezca, me puedo centrar en mantener la calma, mientras lo consigo. O recordar que mi labor como padre/madre es ayudar a mi hijo a ser su mejor versión, a sacar lo mejor que lleva dentro.
Nuestro cuerpo: Cuando nos enfadamos, inconscientemente cambiamos nuestra respiración (pasa a hacer más rápida y superficial) y nuestra postura (se tensa), además, segregamos cortisol en la sangre, lo cual nos hace sentir cada vez peor y perjudica nuestra capacidad para razonar. Cambiando nuestra postura, nuestra respiración y relajando nuestros músculos, podremos recién recuperar la calma con más facilidad e idear formas creativas para resolver el conflicto.
Nuestro comportamiento: Si hacemos siempre las mismas cosas, obtendremos siempre los mismos resultados. Podemos cambiar lo que hacemos, por ejemplo, dejar de mirarle fijamente observando como hace cualquier otra cosa menos lo que le hemos pedido y salir de la habitación, o cambiar la forma en la que decimos las cosas: Por ejemplo, en vez de repetir mil veces lo mismo, recordarle una sola vez las consecuencias de sus comportamientos (con la firmeza del que sabe que está educando a su hijo en la responsabilidad y el respeto) Dejándole espacio para reflexionar y tomar una decisión. Si vemos que nuestros hijos están alterados, es necesario que les ayudemos a calmarse para poder razonar posteriormente.
Nuestros hijos no nacen sabiendo gestionar sus emociones, hay que enseñarles, es más, hasta los seis años, el cerebro de un niño no está completamente desarrollado como para poder regular sus emociones, por lo que es normal que las emociones les desborden. Para poder ayudar a nuestros hijos a canalizar sus sentimientos (frustración, tristeza, enfado, miedo…) o resolver problemas es necesario:
Reconocer y gestionar mis propias emociones como padre: ¿Cómo me siento ante sus emociones y comportamiento?
Ayúdale a calmarse, desde mi calma, poniéndonos a su altura, mirándole a los ojos y buscando el tacto físico, sin tratar de reprimir su emoción.
Ayúdale a poner nombre a sus emociones: “¿Qué te pasa cariño, estás enfadado/triste/o tienes miedo? ¿Qué te molesta/preocupa/da miedo…? ¿Qué te ha ocurrido?”
Escucharle mirándole a los ojos, asintiendo, utilizando expresiones cortas: “Te entiendo, comprendo”
Demostrarle que entendemos su emoción, ampliar la perspectiva ayudándolo a ver la situación desde otros puntos de vista y ofrecerle nuestra ayuda: “Comprendo que te sientas enojado… ¿Quieres que te ayude a sentirte mejor?”
Si acepta el ofrecimiento, podemos ayudarle a:
Entender sus necesidades, “¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? ¿Cómo quieres sentirte?”
Pensar en alternativas para sentirse mejor y valorar sus consecuencias “¿Qué puedes hacer…? ¿Qué pasaría si lo hicieras? ¿Qué te parece si hacemos…?”
Si no acepta el ofrecimiento, podemos decirle que cuando quiera que le ayudemos estamos ahí para él y para que recuerde que siempre puede hacer algo para sentirse mejor.
Los padres somos el primer espejo en el que se miran los hijos para empezar a construir su autoimagen. Para ayudarles a tener una autoestima solida podemos:
Reconocer sus fortalezas: Cuando demuestre cualidades o virtudes, conócelas verbalmente, destacando el comportamiento concreto. “¡Que buen hermano eres, gracias por ayudarlo a …”, “¡Qué bien pintas, me encanta este dibujo!”, así le ayudarás a construir una imagen positiva de sí mismo.
Reconocer sus esfuerzos: Más allá de los logros, felicitarle por sus esfuerzos, (independientemente del resultado) para desarrollar la perseverancia y la tolerancia a la frustración.
Cuidar nuestra actitud ante sus errores: Muestra naturalidad, enséñale que es normal equivocarse cuando estamos aprendiendo y anímate a seguir practicando o intentar formas diferentes para conseguirlo. Cambia el “está mal” por “¿Qué te falta? “
Evitar poner etiquetas: Podemos criticar comportamientos, pero no “al ser”. En vez de decirle “Eres un desastre”, decir “Has dejado la habitación hecha un desastre”.
Demostrarles nuestro amor incondicional: Cuando te enfades o regañes déjale saber siempre que lo quieres, aunque estés enfadado o te parezca mal su comportamiento. No utilices el cariño como moneda de cambio, podría afectar seriamente a su autoestima.
Controlando las emociones
Desde muy pequeños, los niños pueden aprender e interiorizar los siguientes mensajes y técnicas sencillas para canalizar sus emociones:
“Hay algo que puedes hacer”: Lo primero que debe saber tu hijo es que, todas las personas tenemos el poder de cambiar nuestras emociones. Ante una situación que nos hace sentir mal, siempre podemos elegir, quedamos fastidiados, o hacer algo para sentirnos mejor.
“Haz algo que te gusta y te sentirás mejor”: Explícale que siempre que se sienta mal (este aburrido, enfadado, impaciente, triste) o que sencillamente, quiera sentirse mejor, solo tiene que ponerse hacer algo que le guste y su emoción cambiará. Dile que se haga una lista con las cosas que le gusta hacer y que cuando se quiera sentir mejor, la mire.
“Piensa en positivo”: Explicarle que, cuando dice “no puedo “, le está dando esa orden a su cuerpo y, por lo tanto, es seguro que “NO PODRÁ”. Pregúntale: ¿Lo quieres conseguir? (pregunta poderosa) la respuesta seguro que es: “¡SI!”. A continuación, le puedes explicar: El truco para conseguir algo es que piense y diga “¡SI PUEDO!” y que lo intente muchas veces, porque no siempre se consigue todo a la primera. Anímalo a que le diga varias veces “¡SI PUEDO!” y acompáñala. Esta técnica es muy útil en los casos en los que te sientas inseguro o frustrado porque no consigues algo (Ejemplo: Cuando estás aprendiendo a hacer algo, como montar en bici).
“Usa tu imaginación”: Proponerle juegos en los que utilice su imaginación (Ejemplo: Imaginarse un jardín mágico en el que podemos jugar y hacer todas las cosas que nos gustan) y hacerle ver lo bien que pueden sentirse. También puede utilizar su imaginación cuando le de miedo algo, para disfrazarlo y reírse. Por ejemplo, si te da miedo las arañas, te puedes imaginar una araña con patines que intenta caminar y se resbala todo el tiempo, La imaginación está siempre con nosotros y, por lo tanto, nos puede ayudar a gestionar el aburrimiento, tranquilizarnos en una situación de nervios o superar miedos.
“Eres cuerpo”: Cambiando nuestra postura, podemos cambiar nuestras emociones. Descruzando los brazos, relajando los músculos, sonriendo, poniendo más erguida nuestra postura, practicando la respiración abdominal podemos relajarnos y sentirnos mejor.
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