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TDAH en el aula: Pautas para favorecer el aprendizaje y la conducta

Jhenny Hurtado Oré, psicóloga certificada como terapeuta cognitivo - conductual con estudios de maestría en trastornos del neurodesarrollo y experiencia de intervención en niños y adolescentes con autismo, TDAH, problemas conductuales y trastornos del aprendizaje, es asesora en el Centro de asesoría personal y familiar Confío y en esta oportunidad, nos transmite interesantes pautas a tomar en cuenta en un aula con alumnos con TDAH



Estar a cargo de un aula de más de veinte chicos es una tarea ardua para cualquier profesor, pero se vuelve mucho más ardua cuando entre ellos hay algunos con condiciones como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).


El TDAH es un trastorno de origen neurobiológico caracterizado por déficit atencional, impulsividad y/o hiperactividad excesiva para la edad del niño, que además impacta negativamente en su funcionamiento cotidiano. Es importante reconocer el origen que tiene, pues así, cuando tengamos un niño en aula con ese diagnóstico, sabremos que si se distrae con facilidad, se mueve continuamente de/en su asiento, olvida o confunde las instrucciones, se le dificulta seguir las normas, muestra descuido en la ejecución de tareas manuales, no lo hace porque sea un “malcriado”, “flojo” o “problemático”, sino porque tiene dificultades a nivel del neurodesarrollo que le hacen muy difícil tener un comportamiento “normal” como la mayor parte de sus compañeros. Además, el entendimiento del trastorno por parte de la comunidad escolar evitará generar culpabilidad entre los padres, quienes muchas veces, ante las continuas llamadas del colegio, terminan por creer que los problemas conductuales y académicos de sus hijos se deben a que no están haciendo bien las cosas como padres.


Si bien los síntomas centrales son la inatención, la hiperactividad y la impulsividad, también presentan diversas dificultades en las funciones ejecutivas, como dificultad para: planificar y organizar una actividad, gestionar su tiempo, reflexionar sobre las posibles consecuencias de una conducta, inhibir las respuestas automáticas para cambiarlas por otras más adaptadas. Además, se encuentran alterados los procesos relacionados a la motivación, la postergación de la recompensa y la capacidad de introspección y conciencia de sí mismo.


En el 2013 el informe PANDAH (Plan de acción en TDAH) indicaba que la prevalencia del TDAH estaba entre un 2 y un 12% de la población pediátrica mundial, siendo más frecuente en niños que en niñas; en nuestro país, un estudio epidemiológico en salud mental realizado en el 2007 reveló una prevalencia entre 3 y 5% en Lima y Callao. Es común que en el aula se identifique más rápidamente a aquellos niños en quienes predomina la hiperactividad, ya que exhiben conductas que llaman la atención de los profesores; en cambio, los niños en quienes predomina la inatención pueden pasar desapercibidos y, por lo mismo, ser diagnosticados tardíamente (en los últimos años de secundaria o primeros ciclos de la universidad) cuando las demandas académicas y sociales los sobrepasen.


Detección e intervención temprana


Una duda frecuente en los padres es respecto a qué profesional deben acudir ante la sospecha de TDAH. Deben saber que el diagnóstico puede hacerlo un psicólogo con especialización en neurodesarrollo, un neuropediatra, un neuropsicólogo o un psiquiatra infantojuvenil. Actualmente la edad de diagnóstico según el manual vigente (DSM-V) está en los doce años. Sin embargo, existen investigaciones que coinciden en señalar que se puede observar indicadores tempranos de TDAH, los cuales permitirían detectarlo de manera precoz e intervenir lo más pronto posible a fin de reducir los síntomas y desarrollar en ellos habilidades adaptativas que mejoren su ajuste familiar, social y escolar.   Algunos de los indicadores tempranos encontrados en las investigaciones son:


  • Un patrón de “desobediencia” o dificultades para seguir instrucciones, tanto a nivel individual como grupal.

  • Muestran mayor inmadurez emocional y gran dificultad para gestionar la expresión conductual de ellas, por lo que tienden a tener más rabietas.

  • Sus juegos tienden a ser más inmaduros y estereotipados, menos simbólicos y con mayor tendencia a desmontar objetos. Tienen menos preferencia por juegos educativos o sociales, optan más por juegos físicos o deportivos.

  • Presentan cierta torpeza en el desarrollo de la motricidad fina.

  • Los padres tienden a calificar a sus hijos de inquietos, impulsivos, despistados, y reconocen que tienen más accidentes que otros niños de su edad.


Ayudando a mejorar el aprendizaje


Es muy común que los niños con TDAH evidencien problemas en el aprendizaje, sea en la lectura, escritura o en las matemáticas. Algunos de ellos tendrán un nivel intelectual bajo, lo cual explicaría las dificultades para el aprendizaje. Sin embargo, la mayor parte de los niños y adolescentes con TDAH tienen un nivel cognitivo promedio o incluso alto, y aún así tienen un rendimiento académico inferior al esperado, que se explica por la sintomatología propia del trastorno (desatención).


Los docentes pueden ayudar a sus alumnos con déficit atencional de muchas formas, pero una de las cosas que más deben cuidar es la actitud que tienen hacia ellos. Los niños con TDAH exhiben una mayor dependencia emocional de los adultos, por lo que la percepción que tengan de ellos, el trato que reciban y las expectativas que se tenga de ellos los afectará de forma positiva o negativa. Cuando los docentes se muestran comprensivos con ellos, les hacen sentir que son aceptados y queridos, y les permiten usar diversos medios para mostrar sus capacidades, el niño con TDAH mostrará también una mejor actitud hacia el aprendizaje. Algunas acciones para ayudarlos a mejorar en lo académicos son:


  • Explicar los contenidos académicos de forma motivadora y dinámica, que favorezca la participación continua de los alumnos. Para ello el profesor puede valerse del uso de medios gráficos (apoyos visuales) y audiovisuales, juegos, retos, cambiar la entonación, hacer preguntas asegurándose que se está comprendiendo el tema.

  • Hacer participar al niño activamente, sea haciendo de modelo o repartiendo el material, y elogiando su colaboración.

  • Asignar tareas con formato simple, pero muy claro, y en una cantidad suficiente, sin excederse.

  • Dividir la tarea a realizar en partes más pequeñas e indicando al niño que se acerque a la mesa del profesor después de haber completado cada parte. Esta acción “legalizará” el hecho de moverse de su sitio, lo que mejorará su concentración, además que recibirá un reconocimiento por el esfuerzo realizado y de esta forma el profesor podrá exigir un trabajo de mayor calidad cada vez.

  • Enseñar como estrategia de trabajo que la realización de una tarea (incluido los exámenes) se compone de dos pasos igual de importantes: 1) realizar la tarea y 2) revisar antes de entregarla.

  • Al corregir un trabajo, primero hacer algún comentario positivo, entendiendo que está aprendiendo y necesita más tiempo y práctica para lograr algunos objetivos. Darle las sugerencias con suavidad, e ignorar los errores que no sean muy relevantes.

  • Emplear la agenda no sólo como medio para comunicar fallos, sino también éxitos, al tiempo que se le transmite oralmente que confiamos en sus capacidades para conseguir nuevos logros.

  • Entrenarle en el uso de la agenda escolar para apuntar tareas e indicaciones como materiales a traer, supervisando su uso o delegando a otro niño la tarea de supervisarlo.

  • Darle un poco más de tiempo para poder terminar un examen o tarea asignada.


Un ambiente organizado, estructurado y motivador ayuda al niño a mejorar su autocontrol. Por ello, además de lo mencionado anteriormente, se puede manejar las condiciones del aula para que ayuden a evitar la distracción:


  • Ubicarlo lejos de ventanas y puertas, de preferencia cerca al pupitre del profesor, y al costado de algún compañero que pueda servirle de modelo de trabajo y de conducta.

  • Prohibir cartucheras o útiles muy sofisticados que puedan distraerlo. 

  • Escuchar de pie por algunos minutos.

  • Tener material gráfico como laberintos, pupiletras, dibujos para colorear para quienes acaban primero la tarea asignada. Darle al niño una actividad funcional en los tiempos muertos disminuirá la probabilidad de presentar conductas disruptivas.


Estrategias para manejar conductas inadecuadas


El primer paso para plantearse medidas correctivas para cada conducta problema es identificar si el niño puede o no controlar el realizar dicha conducta. Con frecuencia los niños con TDAH son castigados por conductas de las que no son muy conscientes o que no tienen bajo su control, como no terminar a tiempo las tareas, equivocarse de ejercicio, cantar o tararear mientras trabaja, o escribir con “mala letra”. Cuando las conductas problemas están bajo el control del niño, se puede aplicar algunas de las siguientes estrategias:


  • Lo primero es plantear las normas de clase al inicio del día, y las consecuencias de su no cumplimiento.

  • La consecuencia debe aplicarse a las conductas que el niño pudo controlar, pero no quiso (ejem: salir del aula sin pedir permiso). Debe guardar relación con la falta y ser aplicado lo más inmediato posible (contingente), además debe ir acompañado con el refuerzo o alabanza de conductas positivas incompatibles con las anteriores.

  • Se premia el esfuerzo que puso el niño para lograr la conducta adecuada, no tanto así la conducta en sí misma.

  • Retirarle la atención ante conductas inadecuadas que no representen un peligro para él o para otros, y prestarle mucha atención a la primera conducta adecuada que tenga.

  • Evitar la competencia entre los niños, más bien promover el trabajo cooperativo, verbalizando lo que implica y modelando la manera de hacerlo.


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