Por Carlos Lancho, profesor del Colegio Lomas de Santa María
Son casi cuarenta años que llevo ejerciendo la docencia. Siempre he creído y sigo apostando que la mejor y única manera de transformar una sociedad es a través de la educación.
Esta labor se debe comenzar por inculcar en los paradigmas de los educandos con el ejemplo, más que con las palabras. Sumado a ello, se debe procurar apostar por una formación en valores, cuyo único camino es la práctica de las virtudes humanas y cristianas. Si bien los tiempos cambian la manera de ver el mundo, la comunicación pedagógica, aunque con sus muchas innovaciones, siempre ha sido y será el medio irreemplazable de darle al ser humano las herramientas de crecimiento personal y comunitario.
En la antigüedad, el Imperio romano llegó a consolidar una gran civilización gracias al aporte de Grecia que se encargó de su formación encargada a los grandes maestros (ilotas) que educaban a la nueva generación. Asimismo, en el contexto actual, aquellos países que han visto el gasto educativo como una inversión, son los que lideran los más altos e importantes lugares de progreso y estabilidad en sus poblaciones. Podemos citar a Finlandia, Singapur, Suecia, etc.
Es por eso que reafirmo mi compromiso en esta noble y trascendente labor, cuyos frutos han logrado el progreso de la humanidad en lo científico, tecnológico, literario, histórico y cultural. Sólo considero que debemos ponerle más énfasis a lo formativo. La educación de cada generación definitivamente necesita de nuevos cambios. Hoy ya tenemos nativos digitales y ya se educa en función a las inteligencias múltiples. Los retos siempre son mayores, pero el común denominador es el vínculo socializador que la escuela imparte en la época que sea.
Por otro lado, los maestros gozan la satisfacción y se sienten contentos al ver los logros de sus alumnos cuando se hacen adultos y en ello radica la trascendencia de la profesión. No olvidemos, pues, que hace dos mil años un gran MAESTRO, JESÚS, nos hizo ver que ser mejor persona nos lleva a ser más felices en esta vida haciendo el bien, que es la tendencia natural del ser humano y que nos prepara para la vida eterna.
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