Entrevista a Bruno Espinoza, especialista en Gestión Educativa y director del Colegio Mixto Santa Teresita
Bruno Espinoza Huby es director del Colegio Mixto Santa Teresita, es catedrático universitario y está cursando sus estudios de doctorado en Educación. Su vocación a la gestión de instituciones educativas lo ha llevado a liderar siete colegios a lo largo de su vida profesional. Con él conversamos sobre la situación actual de la educación a tres años del inicio de la pandemia COVID-19.
Han pasado tres años desde que empezó la pandemia, ¿cuál es su opinión sobre el panorama actual de la educación en el Perú?
Creo que el impacto que ha dejado la pandemia en el Perú no es diferente al de otros países latinoamericanos. Mirando el plano educativo, hoy enfrentamos una gran brecha en los aprendizajes debido a diversos factores como la accesibilidad a la educación y a la tecnología. Si bien en nuestro país ya existían desigualdades importantes, como las diferencias entre la realidad urbana y rural o entre la educación privada y pública, la pandemia las ha aumentado.
Aquí en el colegio, el aprendizaje de los chicos ha sido afectado de maneras diversas. Hay algunos que no han logrado desarrollar ciertas competencias, y, al contrario, hay otros que les ha ido mejor, quizás porque tenían un mayor acompañamiento en casa. Ahora, nuestra tarea es personalizar esas necesidades para ayudar realmente a nuestros estudiantes.
Tres años parecería mucho, pero no lo es. Todavía hacen falta un par de años más para poder emparejar esos desniveles, que no sólo están presentes entre los estudiantes, sino también en lo establecido en el currículo nacional, respecto a los logros que se deben haber alcanzado. Este impacto está a nivel de aprendizaje y va de la mano con otro tema básico: las repercusiones en la salud mental y en la estabilidad socioemocional. Esto no sólo en relación con los estudiantes, sino también con los padres y profesores.
Evidentemente, el estar encerrados, afrontar la enfermedad y la muerte ha generado diversos efectos, pues los chicos han venido con dificultades emocionales, algunas más intensas que otras: altos niveles de ansiedad, problemas para concentrarse, dificultad para relacionarse. Este último punto es importante, pues en un colegio donde el proceso de aprendizaje pasa por una dinámica social, también los niveles de aprendizaje se han visto afectados.
Frente a esto, ¿cómo debe ser la formación de los docentes? Tomando en cuenta que ellos también han sido afectados por la pandemia y al volver se han encontrado que deben responder a una nueva realidad.
El problema en los docentes es que presentan unos niveles gigantescos de estrés, como el famoso “burn out”. La propia experiencia de los profesores durante la pandemia ha sido muy distinta: algunos han perdido a sus padres o han atravesado la enfermedad y ahora tienen rezagos. Eso les ha afectado física y emocionalmente. Además, venir y encontrar la dura situación en la que lidiar con los chicos está siendo muy complejo, ha causado que los niveles de estrés se potencien.
¿Y eso cómo se refleja? En la gran cantidad de ausencias por temas médicos de todo tipo. Nosotros veíamos una estadística que mostraba que el nivel post pandemia de problemas de salud y de ausencias por tales temas es mucho mayor al promedio normal que había antes de la pandemia. Esto causa cambios en la estructura de un colegio, pues ahora se necesitan reemplazos. Algunos profesores se llenan de reemplazos y también eso genera estrés. Entonces, como director, estás en un momento complejo donde hay que tomar decisiones importantes. Nosotros hemos estado evaluando la posibilidad, y lo hemos concretado en algunas áreas, de tener uno o dos profesores volantes. Ellos han sido contratados para cubrir a los profesores que no pueden con toda la carga y se ausentan.
Además, en el tema de salud mental y emocional, los docentes tienen la complejidad de que también tratan con los padres de familia, quienes vienen con su propia carga. Esto se manifiesta en mayores niveles de sobreprotección, sensibilidad e intensidad. Para hacer frente a esto, hemos retomado espacios de trabajo con los padres realizando talleres, encuentros y entrevistas permanentes.
Muchos colegios tienen, como nosotros, la dinámica de elaborar planes de mejora individuales y voluntarios con los alumnos. Este año casi todos han querido elaborar el suyo y por eso los padres vienen a las entrevistas para evaluar cuáles van a ser los apoyos más importantes, tanto para sus hijos como para ellos. Es un trabajo conjunto, porque si no trabajamos codo a codo con los padres, los resultados no serán los que esperamos.
Relacionado a esto, en la gestión educativa ¿qué elementos son fundamentales?
En la pandemia, los líderes aprendimos a vivir en medio de lo urgente y de la vorágine del cambio, donde incluso los planes anuales quedaron sin efecto. Fue una época de mucha tensión y estrés porque había que tomar decisiones sobre la marcha en todo momento. Si bien eso ya pasó, en la gestión educativa se plantean varios retos desde la mirada del directivo.
Primero, se necesita un liderazgo más resiliente, porque tienes que ser consciente de que un colegio se compone de un grupo humano que está enfrentando nuevas realidades. Entonces, el liderazgo tiene que empezar a considerar ese factor. Además, se debe tomar en cuenta que para ser más resiliente, se debe ser muy flexible. Aún estamos en una transición y la pandemia no se ha acabado todavía, el coronavirus va a seguir circulando como cualquier influenza. Por tanto, el proceso para pasar a esta nueva normalidad es largo y todavía nos quedan un par de años para seguir equilibrándonos.
Cuando menciona la palabra flexibilidad, ¿cómo inculcarla en los docentes? Dado que, además de lo que hemos hablado, ahora aparece el “boom” de la inteligencia artificial.
Creo que la flexibilidad pasa por mirar en cada momento qué es lo que se necesita y a qué tienes que responder, pero sin perder de vista el norte. En el colegio, nuestro norte es la formación de personas. Eso se ve afectado cuando cambian los contextos como la pandemia o la post pandemia. También cambia con el tema de la tecnología y la inteligencia artificial que viene a irrumpir y a redefinir el mundo.
Si bien, tenemos que estar atentos y saber qué está pasando, no podemos marearnos ni dejarnos absorber por el contexto y las urgencias que pueden aparecer. Hay que tener esa firmeza en el norte en nuestro trabajo y ser muy creativos para ir sorteando cada situación.
Se inculca en los alumnos la creatividad, pero también hay que ser creativos para manejar un colegio, ¿verdad?
Totalmente. Tenemos que ser creativos, y, luego de definir el norte, se deben fortalecer los grupos humanos. En ese sentido, requerimos un equipo directivo que sea sincrónico, que trabaje en equipo y que retome los procesos de planificación con objetivos a corto, mediano y largo plazo.
Aquí en el colegio estamos armando nuestro plan estratégico para los próximos cinco años, porque es necesario tener un diagnóstico de la situación actual del colegio. También, porque estamos en una etapa distinta y tenemos que dejar atrás las experiencias de pandemia y ver cómo nos vemos dentro de cinco años para así trazar nuevas estrategias.
A nivel de liderazgo, los directivos tenemos muchas tareas, sin perder de vista todo lo que está implicando y va a implicar este boom tecnológico. Cabe resaltar que la tecnología también plantea temas éticos. Si antes la formación y la ética eran importantes, en este contexto lo son aún más, porque ahora enfrentamos situaciones inesperadas y la ética es esencial para que la ciudadanía digital sea real.
Para culminar, ¿algún tip o recomendación que le gustaría dar a directivos y también a maestros?
A los maestros les daría un mensaje de esperanza. Tienen que saber que su labor es fundamental, a pesar de que a veces sea poco valorada. El trabajo que ellos han hecho durante la pandemia y siguen haciendo ahora tiene un impacto muy grande en la vida de los alumnos y de sus familias.
Para los directivos, es vital no perder la mirada hacia el futuro. Lo estratégico ahora es adelantarse y proyectar hacia los próximos 3 o 5 años, porque ya no va a haber una pandemia que deshaga todo lo planeado. Así que se debe mirar al futuro en función a los nuevos retos: brechas existentes, temas relacionados a la salud mental. Debemos mirar hacia adelante y no tanto hacia atrás. No hay nada más poderoso en el liderazgo que el poder contagiar una misma visión y misión a todos.
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