Entrevistamos a Jorge Camacho, director ejecutivo de PRODEC, asociación que tiene la promotoría de los colegios Montealto, Los Álamos y el nido Alamitos. Él nos comentó sobre la transformación digital en las aulas y sus beneficios.
¿Podría comentarnos qué implica esta transformación digital?
Sí. Hay un tema importante y es que todos estamos en una transformación digital. Parte de la reflexión que tuvimos para implementar este cambio en el colegio Los Álamos y Montealto fue analizar cómo esta tecnología, que está al acceso de niños y adultos, podría impactar o cómo está impactando en el salón de clases.
Antes la tecnología, debido a su costo, solamente estaba al alcance de los profesores, pues solo ellos podían acceder a Internet, proyectar información o videos. En la interacción que existe ahora aún es el profesor quien tiene más herramientas para mostrar lo que quiere enseñar.
Hemos llegado hasta el punto de que el alumno se pare y utilice la pizarra digital. Pero el planteamiento es ¿qué pasa cuando esa tecnología ya no se queda solo en profesor si no que está en las manos del alumno? La respuesta la tenemos los que hemos estudiado una maestría o estamos en la universidad. Allí el alumno abre su laptop y se pone a “estudiar”. Ese alumno podría estar revisando su correo o haciendo otra cosa en vez de atender la clase.
Si en ese caso estamos hablando de personas que ya tienen una mayoría de edad, ¿qué pasaría si esa tecnología se usase activamente en el aula escolar? ¿Qué oportunidades o dificultades habrían? Esas reflexiones nos llevaron a la transformación en las aulas de los colegios antes mencionados, donde cada alumno, de primero a quinto de media, trae un iPad a clase.
Hay que señalar que los chicos de primero a tercer grado también utilizan cuaderno y guías de trabajo impresas porque todavía están en el desarrollo de la lectoescritura. Por otra parte, en todos los cursos los materiales, como libros o guías de trabajo están digitalizados. Nuestros alumnos tienen la libertad de tomar apuntes en donde se sientan más cómodos, ya sea en el iPad o en su cuaderno.
La transformación digital, hay que entenderla como un cambio de herramienta. No hay que pensar que la tecnología va a cambiarlo todo. Por ejemplo, antes de que existieran los cuadernos se apuntaba en una pizarrita y allí hacían sus operaciones. Por tanto, no se puede hablar en general de la tecnología como algo negativo, ni tampoco positivo. Depende de cómo yo uso esa herramienta lo que determina si es positivo o negativo. Por eso, a la hora de ir a favor o en contra de las pantallas, no podemos quedarnos en la pantalla en sí, sino el uso que le damos.
Por supuesto, introducir la tecnología en el aula así como impacta en el modo de enseñar, también impacta en el modo de aprender. Un primer impacto es que ahora todos los alumnos están en primera fila porque todos tienen el mismo contenido que el profesor proyecta en el propio iPad. Como no tienen que copiar todo lo que está en la pizarra, no se pierde tiempo valioso, ya que ellos solo toman apuntes de lo que está explicando el profesor.
Otro aspecto importante es la posibilidad de autoevaluación. Con el método antiguo resultaba muy tedioso para el profesor corregir 35 exámenes para saber cuántos entendieron un tema. Ahora con el software, se puede hacer un trabajo interactivo o un control de lectura y eso se autoevalúa. Este tipo de recursos potencian el trabajo docente, ya que sin la tecnología el profesor hará esta evaluación una o dos veces, pero no lo hará con la frecuencia que quisiera.
Asimismo, hay que tener en cuenta que la tecnología sin el control del profesor es perjudicial. ¿Por qué? Porque estamos hablando de alumnos en etapa escolar desde lo más chiquitos hasta los que tienen 16 o 17 años, que todavía están en etapa de formación y requieren una supervisión más estrecha. En clase pasa lo mismo que antes cuando el profesor quería explicar el tema y decía “cierren sus libros”. Ahora los dispositivos tienen un software que permite congelar todas las pantallas de los iPads y el profesor puede ver lo que sus alumnos están viendo.
¿Cómo educar en este buen uso? Ya que en casa tienen otra realidad y no siempre tienen a alguien que pueda controlarlos.
Parte del objetivo de pasar esta transformación digital en el aula es ayudar a que los alumnos descubran que la herramienta que ellos usan para entretenerse también tiene un potencial educativo. Es clave que el colegio también esté presente en este espacio, ya que si la parte educativa no entra a ese ámbito está dejando un espacio sin cultivar.
El colegio ha ido entrando cada vez más a cubrir aspectos que antes estaban en el ámbito exclusivo de la familia, por ejemplo la alimentación. Antes el alumno comía en su casa y cómo comía o si usaba los cubiertos, no era un tema del colegio. Cuando los horarios se extendieron y el colegio vio que los alumnos no sabían usar los cubiertos o comían parados, tuvimos que explicar cómo comer adecuadamente.
Desde lo más básico…
Sí. Entonces, si eso hacemos en todo, también el tema de tecnología es un campo en el que hay que entrar. No podemos dejarlo de lado pensando que aprenderán por su cuenta. Este trabajo va de la mano con la familia. Yo diría, incluso, que es un tema prioritario que debe verlo la familia. Muchos de los comentarios sobre las adicciones que genera el uso de la tecnología se relacionan al uso del celular, y este dispositivo se lo da su familia y lo usa en los tiempos libres, fuera del colegio.
En las aulas hay un control y un uso adecuado puesto que el internet está restringido y no tienen acceso a las redes sociales y videojuegos. Todo ello para que no sea un factor de distracción. En nuestra experiencia, hemos visto la importancia de que todos los alumnos tengan un mismo dispositivo para que sea factible tener el control de estos.
Hay otros aspectos relacionados a la formación personal de docentes y alumnos, porque el manejar un dispositivo nos ha convertido en reporteros. Y eso también debe de controlarse. Puede ocurrir que un chico que tenga una cámara y tome la imagen de un amigo, la modifique, la suba o la haga un “meme”. Por ejemplo, en la virtualidad, cuando daba clases me sorprendía ver que los alumnos no mostraban toda su cara en la pantalla. Yo pensaba que ellos no se habían dado cuenta hasta que me dijeron que lo hacían a propósito, porque algún amigo podía hacer una captura de pantalla y convertirla en un meme.
En este caso, hay que educar en el prestigio personal, el buen nombre y el valor de la imagen de la persona. No se pueden hacer bromas a ningún profesor ni a ningún alumno. No puedes tomar una foto y subirla sin el consentimiento, incluso la ley lo dice y hasta podría ser un delito. Muchos alumnos no saben esto. Yo creo que los colegios deben estar atentos a los cambios, a los nuevos inventos y programas para ir dirigiendo a los alumnos, ya que por una “broma”, pueden poner en problemas a sus padres, al colegio y a sus propios compañeros.
Por eso es importante la capacitación frecuente de los docentes. ¿Qué ha implicado esta transformación respecto a la formación docente?
Fundamentalmente, yo diría que no es tanto del aspecto técnico ya que casi todos los softwares son intuitivos. La formación va en la línea de las aristas que ahora aparecen. Por ejemplo, el tema de la honestidad académica. Ahora las técnicas de copia se han vuelto más sofisticadas y eso también involucra a la familia.
El tema de la capacitación del profesor va en la manera de pensar y repensar cómo esta tecnología impacta en su manera de dictar la clase, ver dónde está lo esencial. En una sesión de clases lo esencial está en el razonamiento que hacen los alumnos cuando el profesor explica el tema. Este debe procurar que los alumnos hagan un esfuerzo intelectual en el que estén atentos y tomen notas.
¿Qué recomendación daría a los directivos que están evaluando este cambio a la transformación digital?
Ahora lo veo como un reto complejo pero no imposible. Por un lado, el directivo tiene que saber qué es lo que quiere. No es un cambio que se realice desde el profesor, siempre tiene que ser un cambio desde el directivo.
Segundo, tiene que saber que el cambio va a producir muchas inquietudes o dudas alrededor de los padres de familia. Entonces tendrá que tener muy claro su objetivo y la forma de comunicarlo con su comunidad educativa. Es importante que el padre de familia sepa por qué está cambiando y de qué manera lo va a hacer. Si no lo hace, va a encontrar cierta resistencia que hará que ese proyecto no funcione.
Y tercero, también tendrá que comunicarlo asertivamente al docente y hacerlo partícipe de ese proceso de cambio. Nosotros cuando estábamos evaluando esta posibilidad nos reunimos con los docentes para evaluar todos los impactos que podría tener la tecnología en el colegio. Para ello analizamos qué es lo esencial y lo accidental.
Aquí hubo una discusión sobre la agenda escolar. Algunos profesores decían que si se quitaba la agenda los chicos se iban a volver irresponsables porque no iban a anotar las tareas y tampoco iban a buscar todos los días a su papá para que la firme. Ahí te das cuenta de que ese profesor se ha olvidado que esa solo es una herramienta y no es lo esencial. Ahora habría que educar en ese valor de otra manera.
¿Hubo cierto miedo en los docentes?
Más que miedo era el dejar de hacer algo que se creía esencial. Pero en realidad, ahora el alumno puede apuntar en su agenda, en Google calendar o en otro lado. Incluso los profesores pueden enviar todo el programa de tareas y no por eso estás dejando de educar en responsabilidad.
Esos son temas que un directivo tiene que trabajar. Además, cada colegio tiene su experiencia y modo propio de hacer las cosas. Hay que revisar lo que se hace y evaluar: ¿qué pasaría si el alumno ahora tiene acceso a esto? o ¿qué cosas ya no haría el profesor? Ponderar si vale la pena tener esta herramienta, teniendo en cuenta que hay momentos en los que se debe hacer uso de ella, por ejemplo en las aulas, y luego hay otros espacios como el recreo o la salida en donde los chicos deben estar sin tecnología.
Tiene que haber un balance en el uso de esta. Para ello es clave educar en las virtudes como la templanza y fortaleza. Así, cuando los chicos estén en casa puedan decir: “Ahora no debo usar mi celular para no distraerme, entonces no lo prendo”. Es importante que cada uno, con esas virtudes, vaya usando sus métodos para que esté libre de cualquier atadura, no solo de la tecnología.
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