La psicología clínica en las escuelas: Formación de futuros adultos felices

Raúl González Gamio, psicólogo clínico certificado en la Terapia Racional Emotiva Conductual con experiencia en el acompañamiento psicológico de alumnos de secundaria, así como en la terapia psicológica para adolescentes, adultos jóvenes y parejas. Es consejero psicológico en el Centro de Asesoría personal y familiar Confío y en otras consultorías privadas.

Los colegios están llamados a ser espacios de aprendizaje y formación integral. Sin embargo, muchos pensarían que los alumnos asisten a la escuela para su desarrollo académico, lograr el ingreso a una “buena universidad”, y con ello, tener un futuro “exitoso”. Aunque esta perspectiva es válida, convendría preguntarnos: ¿aprendemos solo información académicamente conveniente, o también aprendemos a ser personas?

Muchos de mis pacientes, ya adultos, cuando me comentan sobre sus dificultades, logran identificar el inicio de estas en su etapa adolescente, inclusive cuando eran niños. La forma cómo eran tratados por los padres es un clásico en este sentido. Pero, las experiencias con antiguos amigos o compañeros de clase, como origen de pensamientos rígidos, provocadores de perturbaciones emocionales en su adultez, no se quedan atrás.

Muchas veces se pudo haber fomentado una perspectiva perfeccionista sobre la carrera o el trabajo, derivada de la sobre exigencia en las tareas escolares. Esto también puede reforzar una falta de amor propio, ya que aprendieron que solo si hacían las cosas “bien” serían reconocidos. Estas experiencias marcaron una línea lógica de pensamiento que se aplicaría a lo largo de la vida, impactando negativamente la felicidad de mis ahora pacientes…

Una mañana, un colegio recibe mi CV, y decide entrevistarme para ocupar el puesto de consejero psicológico para secundaria. En la entrevista, indiqué que mi especialización no es la psicología escolar, sino la clínica. Me respondieron que, precisamente, eso buscaban. Tras la pandemia, el número de alumnos que presentaban ansiedad o depresión habían aumentado, y querían una mirada clínica para un mayor bienestar. Lo consideré responsable y, tras aceptar el trabajo, comencé a investigar estas cuestiones en las aulas.

No fue sorpresa, pero me quedé impactado de cómo lo que escuchaba en mis pacientes en el consultorio privado, adolescentes incluidos, se correspondía en el día a día de alguno de los alumnos a mi cargo. Me sentí en plena cancha, si se podría decir. Miraba cómo la formación de la personalidad de futuros adultos se iba dando, y cómo ciertas heridas iban creciendo para decantar, con toda probabilidad, en futuros malestares más graves. Fue entonces cuando comprendí lo que muchos de mis colegas iban dándose cuenta en las diferentes escuelas donde trabajaban: la psicología clínica es necesaria para la detección temprana de malestares, para implementar posibles soluciones y para promover la formación de futuros adultos saludables.

Habiendo comentado esto, quisiera detenerme y explicar algunos puntos para poder entender mejor, y de forma pausada, qué conlleva que un psicólogo clínico sea necesario en el colegio. Pues algunos podrían interpretarlo como que estamos hablando de una emergencia sanitaria de la salud mental en las escuelas, y que se requiere de apoyo urgente para erradicar los males psicológicos de los niños y adolescentes. La realidad en los colegios que conocemos podría ser menos compleja.

(I) La Psicología Clínica no convierte a la escuela en un consultorio

El psicólogo clínico no puede, ni debe, ofrecer consejería profesional a cada alumno de manera continua, pues no es factible ni ético. Hay que evitar, a toda costa, que un colegio se transforme en una especie de hospital psicológico; no es el objetivo. Un psicólogo clínico podría aplicar la teoría terapéutica en ciertas conversaciones con los alumnos, pero se enfoca más en el apoyo temprano para la detección de malestares emocionales y la canalización de aquellos casos que requieran intervención especializada.

(II) La perspectiva clínica: una parte de la ecuación

Pretender tener la visión completa del alumno, que se requiere para poder ayudarlo a profundidad, no es posible solo con la perspectiva clínica. Es cierto que detectar una dificultad a tiempo siempre es ideal; sin embargo, un psicólogo clínico, con una visión multidimensional de la persona, entiende que el ser humano es imperfecto y, por ende, ni el objetivo, ni el resultado, es la perfección en la construcción de una personalidad, sino buscar su sano funcionamiento, y dentro de este, el bienestar y la felicidad del adolescente. Para lograr esto, la perspectiva clínica aporta como complemento junto al mejoramiento natural de la crianza por parte de los padres, y al estilo de enseñanza de la escuela.  

(III) Colaboración entre psicólogos escolares y clínicos

El objetivo principal de una escuela es el aprendizaje, y dentro de este, el conocer el asertivo manejo emocional y de la perspectiva. Por ende, el psicólogo escolar detecta y busca ayudar en la mejora de problemas en el aprendizaje, volviéndose clave. Sin embargo, hay casos en que estos problemas pueden ser causa o ser causados por malestares emocionales o de baja auto-perspectiva en el alumno. Y es aquí donde entra el trabajo del psicólogo clínico. A su vez, podría haber alumnos que son eficientes a nivel académico, pero padecen de malestares internos psicológicos que impactan el nivel social y emocional. El psicólogo escolar informa esto al clínico, y este hace su trabajo. En pocas palabras, el trabajo en equipo entre estos dos tipos de psicólogos es más que útil.

(IV) Derivación a tratamiento externo

Una tarea fundamental del psicólogo clínico en las escuelas, es la detección temprana de dificultades importantes en los alumnos, para poder ser derivados a tratamiento externo. Para lograr esto, el trabajo y la comunicación con los padres es esencial. Si bien hay familias abiertas a la consejería psicológica, hay otras que les suele ser difícil aceptar que sus hijos necesitan ayuda profesional a nivel emocional. Para esto, el psicólogo clínico manejaría estas situaciones de manera empática y asertiva, ayudando a dichos padres a entender que la ayuda externa no es un fracaso en su crianza, sino una oportunidad de crecimiento en el bienestar de sus hijos.

(V) No todos los problemas requieren intervención clínica

No todos los casos de dificultades en el colegio tienen que estar relacionados con la psicología clínica. Por ende, no sería necesario que el psicólogo clínico tenga que trabajar en todas las áreas de desarrollo del adolescente. Pero esto también se aplica en el ámbito académico. No todos los problemas académicos pueden deberse a fallas en el aprendizaje del alumno. Es importante entender dónde y cuándo la psicología clínica puede ayudar y cuándo puede entorpecer. Por experiencia propia, la psicología clínica, generalmente, podría tener un mayor impacto positivo en los grados de secundaria. No indicaría que sea exclusivo para esos años, pero es ahí donde se tiene un desarrollo más notorio en las futuras personalidades adultas en los alumnos, y la psicología clínica podría ayudarles a tener herramientas para una perspectiva más saludable de ellos mismos, de los demás y de su futuro.

Conclusión

Un psicólogo clínico es un profesional que, en su recto desempeño, podría ayudar en escuelas, sobre todo a los adolescentes, a entenderse como futuros adultos responsables de ellos mismos; y que esto va más allá de ser buenos en literatura o matemáticas. Puede contribuir a entender que existe el amor propio, que, bien cultivado, ayudará a tener la resiliencia necesaria para enfrentar las vicisitudes de la vida. Sería aquel que ayuda a recordarles a los alumnos de manera consistente y progresiva que estamos aquí para el desarrollo de la felicidad; y más que de una “buena vida” (que considero es una máscara de un perfeccionismo diluido), de una vida flexible, libre y realista.