David Arévalo, Magíster en Gobierno de Organizaciones, especialista en educación, filosofía y ética y doctorando en Humanidades, es consultor en el sector educativo y docente de educación superior. Nos comparte sobre la importancia de la información objetiva pero también personal y familiar, a tener en cuenta como educadores.
Key Performance Indicators (KPI) es el nombre con que se designa a la representación de los resultados que se van alcanzando en las operaciones de un negocio cualquiera. Cuantifican objetivamente los avances que se desean alcanzar y representan los niveles de logro a cada paso de la cadena de valor.
Evidentemente, estos datos requieren la interpretación de las personas que dirigen la organización y sirven para alimentar las decisiones que se deben tomar durante la marcha de las operaciones para lograr la tan ansiada sostenibilidad, es decir, que la empresa se consolide y se mantenga saludable en el largo plazo. Según el tipo de negocio de que se trate (bienes o servicios), los procesos, metas y resultados son diferentes al igual que la representación y uso de estos datos.
Por su parte, está claro que la educación es un servicio de largo plazo que las familias gozan, mediante proveedores de gestión pública o privada. Como actividad organizada que se propone alcanzar, unos logros determinados también pueden representar objetivamente sus procesos y metas y sería muy bueno que así se hiciera. Sin embargo, acerca de la información en la escuela hay un matiz muy específico que es clave para comprender el aporte de este sector de servicios.
Cuando el docente interactúa con los alumnos y viceversa en el aula y fuera de ella, al interior de la institución escolar se genera información acerca, no solo de las características comunes de los alumnos sino, principalmente, acerca de su situación particular que es de tipo personal. El trato frecuente suscita el conocimiento mutuo y con el, fluyen muchos datos acerca de la configuración única de la situación en que se encuentran dichas personas. Para el educador es de especial interés la comprensión de su alumno porque explicará su disposición o indisposición para participar activamente en las actividades de aprendizaje.
Conocer cómo se encuentra mi alumno y a qué se debe su estado presente es clave para atender realmente sus necesidades y para acertar a la hora de orientarlo y motivarlo, es decir, para ofrecer una educación personalizada. Esta valiosa información personal lleva el sello de la confidencialidad ya que se refiere a asuntos muy propios tanto del alumno como de su familia. En esa medida, dichos datos deben ser tratados con mucho cuidado para no incurrir en faltas contra la intimidad de las personas, para no defraudar la confianza en que su entrega se apoya y para responder oportunamente a lo que esté sucediendo.
El docente tiene que coordinar y articular sus aportes armónicamente con los otros docentes y directivos de su escuela y, por ello, es necesario que comparta parcial y prudentemente esa información. Especialmente, debe comunicarse con la familia de cada alumno a través de uno de los mejores medios que sirvan para comunicarse acerca de la situación del menor, esto es, la entrevista. Esto demanda un aspecto fundamental del perfil básico del docente colaborador: la virtud de la prudencia.
La entrevista es un vehículo que puede estar formalizado e incluido dentro de los planes y cronogramas del trabajo docente. Si las entrevistas con los padres de los alumnos son parte de la oferta pedagógica de la escuela, entonces se abrirá un canal de comunicación que no se reducirá al abordaje de “problemas” provocados o padecidos por los hijos, sino que si se alimenta y apoya con un plan de desarrollo puede servir como medio de concertación y evaluación de avances de dicho proyecto del cual los padres son los primeros interesados por ser los responsables del hijo.
En este sentido, sí que hay información que se desprende de las acciones educativas y sí que requiere ser tratada para fortalecer esas mismas acciones. En resumen, está la información objetiva y, por otro lado, está la información personal correspondiente a cada estudiante y a cada familia.
En la escuela en que participamos, ¿disponemos de medios para gestionar ambos canales de información, de manera diferenciada?, ¿comprendemos su relevancia?, ¿con qué sustento se toman las decisiones cotidianas de la escuela?
El acierto en la valoración oportuna de la información y su gestión mediante medios oportunos servirá para fortalecer la labor formativa de los profesores y será un poderoso aliado para el avance progresivo en el logro de los nobles fines con que solemos publicitar nuestras ofertas educativas.
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